LA TIERRA DE DON QUIJOTE, UN VIAJE POR LA MANCHA




Mi nombre es Salvador Romero. Tras recorrer el río Amazonas, dedico mi tiempo a terminar mi novela Los Ojos Negros de Toledo y a preparar nuevas aventuras. Con un grupo de amigos, he recorrido parte de La Mancha durante un fin de semana. Aquí plasmo mis sensaciones y las acompaño de alguna foto, sin más ánimo, que el de compartir mi experiencia.
Con un grupo de amigos, de la época en que viví en Córdoba, suelo quedar una vez al año en algún punto de España, para reunirnos y hacer algo de turismo. En esta ocasión, me habían propesto ir a La Mancha y preparé un fin de semana lleno de actividades, tanto gastronómicas, como turísticas, como culturales.
Quedamos el viernes a comer en Villacañas, para lo cual, alquilé la sede de la peña La Chamberga, en la calle Tirez. Tenía ante mí, el reto de que concieran el producto local, las costumbres locales y crear un entorno ameno en el que pudiéramos pasar un buen fin de semana relajado.
Para comer, utilizando cepas de vid como leña, les hice un cordero al chilindrón, que es parecido a la caldereta, pero tiene unas ligeras variantes. preparé medio cordero lechal, excepto el carret o costillar, que lo hice chuletas para la cena. Primero hice un fuego con las cepas y en un perol con patas puse AOVE, vamos, aceite de oliva virgen extra. Eché el cordero y lo rehogué bien. Cuando estaba bien dorado, lo reservé en una fuente. Eché cebolla picada y dientes de ajo pelados. Tras un rato pochándose en el aceite, añadí un poco tomate rallado y lo tuve un buen rato, moviéndolo para que no se quemase, que cocinar con fuego, no es igual que hacerlo en la cocina. Cuando estaba bien hecho, añadí el cordero y tras darle unas vueltas, le agregué vino blanco hasta cubrirlo, carne de pimiento choricero y un poco tomillo y romero. Dejé que se consumiera el vino y quedase una salsa espesa y lo servimos con unas patatas fritas en cuadritos.
Por la noche, en las brasas hicimos las chuletillas y unas alitas, acompañadas de queso Peña Hueca, pisto de invierno (tomate frito a fuego muy lento durante muchas horas y concentrado) y unos encurtidos. Estuvimos hasta las tres de la madrugada, tomando un gin tonic y conversando relajadamente.
El sábado, lo primero que hicimos, fue ir a desayunar a Grego Baristas y nos acercamos a la laguna Larga a ver los flamencos. Como faltaba gente por venir, decidimos volver el domingo y nos fuimos al Museo Etnográfico del Silo.
Los silos de Villacañas, son unas viviendas subterráneas que se construyeron a base de picar el novio y sacar tierra la novia, imitando los silus romanos, donde se guardaba el grano en las quinterías donde trabajaban los habitantes de dichos silos, de lunes a viernes. La formación del terreno, favorece que se pueda construir bajo tierra sin temor a que se hunda, y en aquellos tiempos, el terreno valía menos que una mula. Pero en las visitas guiadas lo explican muy bien, bastante mejor que yo. Merece la pena conocerse (Museo Etnográfico del Silo +34 620 65 91 91). El Museo de la Tía Sandalia, no lo visitamos, porque gran parte de su obra está expuesta en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Después fuimos a Consuegra a visitar los molinos, el castillo y el centro del pueblo, donde empezaba la fiesta del azafrán. Lo primero que hicimos, fue subir al cerro Calderico caminando. Desde allí además de poder ver los molinos y el castillo, se puede divisar la gran llanura de La Mancha y se distinguen bastantes pueblos en la lejanía. Muchos molinos tienen operativo el mecanismo de molienda. El tejado del molino es giratorio y se mueve con un madero que sobresale oblicuo hasta el suelo, con el fin de orientar las aspas hacia la dirección del viento. Pero si por algo son famosos los molinos de viento de La Mancha, es porque Cervantes los inmortalizó en el Quijote. 
Bajamos al pueblo y fuimos a comer, aprovechando el magnífico día que disfrutamos, y lo hicimos de maravilla en la terraza del resturante tapería Gaudy, donde, entre otras cosas, degustamos lomo de orza y lomos de ciervo, además de un tomate natural con ventresca magnífico.
Después de comer, volvimos al cerro Calderico a visitar el castillo, aunque poco pudimos ver, porque cerraban pronto. Regresamos a Villacañas y nos fuimos preparando para la cena, a la que ya se incorporaron más efectivos.
Fuimos a cenar al restaurante Montes, donde cenamos excelentemente bien, y donde no podían faltar sus famosas gachas manchegas con marisco, que sorprendieron agradablemente a todos. Pedimos varios platos para compartir, como verduras en tempura, unos boquerones que hay que probar sí o sí, pulpo, etc., y terminamos con una buena carne a la parrilla. Todavía me están  escribiendo el resto del grupo, diciéndome lo bien que cenaron y el trato exquisito que recibieron.
El domingo amaneció con niebla, pero poco a poco se fue levantando y se quedó un día buenísimo de sol. Depués de desayunar, fuimos todos a la laguna Larga a contemplar los flamencos con los prismáticos y la verdad, se quedaron todos gratamente sorprendidos. Ya con los equipajes en los coches, salimos camino de Toledo. Una vez allí, aparcamos en el parking que hay junto al Alcázar y estuvimos caminando por sus calles, que se encontraban abarrotadas de turistas.Tenía previsto visitar dos museos, pero no nos dio tiempo a ello, así que nos tomamos ya la visita con tranquilidad y fuimos recorriendo las callejuelas y hablando de las leyendas de la historia de la ciudad, que algunos del grupo no conocían y quedaron en volver un fin de semana completo.
A las tres de la tarde, teníamos reserva en el restaurante El Mulato, en Layos, donde comimos su famoso cocido, que no decepcionó a nadie, como siempre. Algunos se llevaron la comida que sobró, que fue bastante, y me consta que se la comieron el lunes con gusto.
Terminada la comida, a las cinco de la tarde, unos a Badajoz, otros a Caceres, otros a Madrid, nos despedimos y cada uno tomó el camino hacia sus lugares de origen.
En resumen, un fin de semana en el que pudimos disfrutar de la naturaleza, la gastronomía y la cultura de esa parte de La Mancha. Y sobre todo, reencontrarse con los amigos, siempre es un motivo de alegría.

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