BELÉM, EL ENCUENTRO CON EL MAR
1 de julio de 2024. Mi nombre es Salvador Romero y viajo. Estoy recorriendo el río Amazonas hasta la desembocadura. Aquí plasmo mis sensaciones y las acompaño con alguna foto, sin más ánimo que el de compartir mi experiencia.
Llegué a Belém do Pará, completando mi recorrido por el río Amazonas. La ciudad se encuentra en el enorme delta que forma el río, donde sus aguas se empiezan a fundir con las del océano Atlántico. Bajé del barco junto a los dos Pablos que conocí a bordo del Hita Beraba, uno argentino y el otro uruguayo. Nos alojamos en lugares diferentes, aunque bastante cerca, de modo que quedamos esa tarde y a la mañana del día siguiente. El argentino llevaba año y medio dando vueltas, buscando trabajos ocasionales y recorriendo Sudamérica, aunque se quería quedar una temporada en Brasil. El otro Pablo, el uruguayo, tiene una empresa de seguridad en su país y la dejó en manos de un gerente, para sólo tener que supervisarla, y comenzó un viaje en moto hasta la Patagonia, subió por Chile y Argentina, Perú, Ecuador, Colombia, con la intención de llegar a Alaska y regresar, pero al pasar por la selva colombiana, se enamoró del entorno y decidió ir hasta Manaos vía Venezuela, de ahí en barco hasta Belém, y luego ir bajando hasta llegar a Uruguay. Al final, los dos se fueron y me quedé conociendo la capital del estado brasileño de Pará.
Belém fue fundada como asentamiento por Francisco Caldeira, cuando reinaba Felipe III, hijo de Felipe II, pues en aquella época, tanto las actuales Portugal y España, como el actual Brasil y el resto de virreinatos y capitanías generales de América y Asia, eran un mismo reino. Felipe III promovió la expedición e instó a que se formaran más asentamientos río adentro. Tras la separación de las coronas de España y Portugal, en el año 1640, pasó a formar parte de Portugal. En la época de la fiebre del caucho, además de la producción, Belém se convirtió en el principal puerto marítimo para las exportaciones a Europa y a Estados Unidos. La esclavitud se había abolido y los empresarios caucheros usaron un sistema de endeudamiento abusivo con los trabajadores. Cuando nadie quería ya trabajar en esas condiciones, en que quedaban atrapados de por vida, pues eran los caucheros quienes ponían el precio a lo que suministraban a los trabajadores y al caucho con el que pagaban, por lo que nunca lograban saldar su deuda, echaron mano de los indígenas de la zona, a los que sometieron a un brutal genocidio. Los más conocidos fueron Fizcarrald y su sucesor, Julio César Arana, en Perú y el actual Putumayo colombiano, pero en Manaos y Belém, en Brasil y en las caucherías de Bolivia, Ecuador y Venezuela, se utilizaron los mismos métodos.
De la riqueza generada en aquellos años, aún quedan vestigios, como el teatro de la Paz, inspirado en la Scala de Milán e innumerables edificaciones por el casco antiguo de Belém.
El mismo día de la llegada, estuve comiendo con Pablo, el uruguayo, en un restaurante con buffet al peso, algo que luego he visto que es bastante común en más sitios, pero me dijo que le habían comentado que había una carne muy buena y allí nos presentamos. Consiste en que te pones lo que quieras en el plato, tanto de entrantes, como de carnes al espeto, de las que te ponen todo lo que pidas. Después, te pesan el plato y te anotan el importe en tu cuenta. El precio era de 100 reales/kg. (unos 18€) y la bebida o o postres, se cobran aparte.
Casi todo lo que quería visitar, está por el casco histórico o Cidade Velha, por lo que elegí un alojamiento cercano, desde el que pudiera ir andando. Lo primero que visité, fue la Estaçao das Docas, una antigua estación fluvial de pasajeros, que han reconvertido en un moderno centro comercial, lleno de bares, restaurantes y terrazas mirando a la costa, donde todas las tardes comienzan innumerables actuaciones de música en directo, coincidiendo con la puesta de sol y que han dejado realmente muy bien. Me recuerda un poco a Puerto Madero, en Buenos Aires. Además, el aire acondicionado del interior de las antiguas naves, es un oasis durante el día. Dichas naves están acristaladas y tienen unas vistas inmejorables.
A continuación de la Estaçao das Docas, se encuentra el Mercado Ver-O-Peso, un enorme mercado, donde se puede encontrar de todo, desde productos frescos de alimentación, como pescados, carnes, verduras, frutas, especias, etc., hasta cualquier cosa que se busque, desde ropa a utensilios para el hogar o para decoración. Hay una enorme zona, que está llena de pequeños restaurantes, donde se pueden degustar todos tipo de platos típicos, como acaí con pescado, pato no tucupí, o una verdura muy curiosa, llamada jambú, que deja la boca adormecida cuando se come.
A continuación del mercado, se encuentra una fortaleza, el Forte do Presepio, que no tiene nada que no tengan otras fortalezas de ese tipo, pero está bien conservada y cuenta con un museo sobre la población indígena original de la zona, y un estupendo aíre acondicionado que recupera del fuerte calor reinante en la zona.
En la misma plaza de la fortaleza, se encuentra la catedral metropolitana de Belém, cuya fachada absolutamente blanca, llama mucho la atención, por lo inusual, al menos a los que venimos de Europa. El interior sí se parece más a cualquier catedral europea o americana. Llama la atención que apenas tiene imágenes de santos. Prácticamente todo son cuadros, incluido todo lo que hay tras el altar mayor.
El viernes 28, asistí a un espectáculo musical, homenaje a dos compositores y músicos brasileños y paraenses, padre e hijo, Paulo y Ruy Barata, ya fallecidos, cuyas canciones interpretaron un enorme elenco de artistas, acompañados por una magnífica orquesta y en un marco incomparable, como el Theatro da Paz. Así que al final he tenido la suerte de poder asistir a conciertos de música en directo en los dos teatros de ópera que se construyeron en la época de la fiebre del caucho, el teatro Amazonas en Manaos y el teatro de la Paz en Belém. Desde el exterior, es más presuntuoso el de Manaos, con su cúpula colorida y se hizo un poco más grande, por eso de la rivalidad entre ciudades. Por dentro son muy similares, intentando copiar a los grandes teatros de ópera europeos, algo que obsesionaba a los caucheros.
El resto del tiempo, lo he dedicado a recorrer las calles de la Cidade Velha, a degustar sus platos típicos y a sentarme en una terraza por la tarde a tomar algo, mientras escuchaba música brasileña en directo. En ese aspecto, tengo que decir que lo que he ido viendo, tanto en Tabatinga, como en Manaos, en Santarem o en Belém, es que se promociona mucho la música en directo y casi cualquier bar o restaurante con terraza, tiene su actuación en vivo.Y qué decir, además, de la calidad de los músicos. Hay una verdadera cultura musical en Brasil y se respeta mucho la tradición, al menos en los sitios que he visitado.
El domingo 30, mi último día en Belém, asistí en la plaza de la República, donde se encuentra el teatro de la Paz, al mercadillo que se monta todos los domingos, tipo rastro, y además coincidió con la fiesta del Boi-Bumbá.
Salí a desayunar y todo estaba cerrado. Imaginé que por ser domingo abrirían más tarde, pero no abrieron nada. Mucha gente iba hacia el mercadillo, ataviada con unos sombreros de paja de los que colgaban unas cintas de colores, y mucha de esa gente iba con la misma ropa. También detecté que había mucha policía, pero no sabía si eso era habitual. Me desplacé a la plaza de la República, porque todos los domingos ponen el mercadillo, tipo rastro. Resultó que en Belém también se celebra la fiesta del Boi-Bumbá, cómo en Parintins, sólo que aquella es más famosa. En realidad, lo que celebran es el triunfo del buey sobre la selva... En fin, que están orgullosos de eliminar selva para llevar ganadería. Después fui a la estación Das Docas, a probar por fin, después de varios intentos, el pato no tucupí, que estaba realmente bueno, con su jambú como acompañamiento con ese efecto tan particular que tiene al masticarlo, de adormecer un poco la lengua y acompañado por arroz.
Por la tarde estuve viendo el partido de España contra Georgia en la Eurocopa de fútbol, salí a picar algo para despedirme de la ciudad y fui a preparar el equipaje para mi vuelo a Río de Janeiro, que sale a las 5:25, por lo que me ha tocado madrugar bastante. Además, tiene escala en Brasilia y no llegaré hasta las 14:30. Me despido del Amazonas y de la selva. Voy a disfrutar unos días de Río, antes de tomar el vuelo de regreso a España.
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