TRES PAÍSES Y UN SOLO RÍO
11 de junio de 2024. Mi nombre es Salvador Romero y viajo. Estoy recorriendo el río Amazonas hasta la desembocadura. Aquí plasmo mis sensaciones y las acompaño con alguna foto, sin más ánimo que el de compartir mi experiencia.
Me acomodé en mi hotel en Leticia y tras una refrescante ducha, salí en busca de un mototaxi, que es como llaman aquí a los motocarros peruanos, si bien es verdad, que en Colombia todos tienen una cabina cerrada, al menos en la parte delantera. Caminando llegué a un letrero que indicaba Brasil de frente y paré al primero que vi y le pregunté cuánto me cobraría por llevarme al puerto de Tabatinga para informarme sobre los barcos a Manaos. Si no lo haces así y te ven turista, siempre te piden de más. Llegamos a un acuerdo para que me esperase y me trajera de vuelta y al cabo de cien metros de recorrido, por la misma calle, todos los letreros estaban en portugués. Ya estaba en Brasil.
Pretendía partir el jueves, pero ese día no había barco, que allí llaman recreio, así que decidí hacerlo el miércoles o el viernes, en función de si localizaba a William Mozombite, un chamán y curandero del que habla un estudio sobre el tema de la universidad colombiana. Decía el estudio, que vive en un poblado de indígenas a doce kilómetros de Leticia. Salí por la noche a cenar algo y lo hice en unos restaurantes ambulantes que ponen bajo unos techados de uralita cerca de mi hotel. Me cobraron por una brocheta a la parrilla acompañada de arroz y yuca,12.000 pesos (3€). Después me tomé dos cervezas rojas en un local con muy buena pinta, otros 12.000 pesos.
Por la mañana del sábado 8, negocié con un mototaxi para ir al poblado y buscar al chamán. Se encontraba, segun el estudio de la universidad colombiana, en Ciudad Jitoma, en el poblado kilómetro 7, que se encuentra en dicho kilómetro de la vía que va de Leticia a Tarapacá. Había otro poblado en el kilómetro 6, y me comentó Alberto, el conductor, que les dieron terrenos a los nativos para que montasen sus poblados y son conocidos como km. 6, km. 7, etc. Llegamos a una casa de madera, donde nos dijeron los vecinos que vivía, pero no había nadie. Cuando íbamos a dar la vuelta, apareció un señor en moto y dijo que él era William. Estuve hablando con él, mientras el taxista esperaba en el mototaxi y me convenció, por lo que acordé con él que iría el martes 11 a las cuatro de la tarde. De allí, iríamos caminado por la selva, hasta un maloco, que es una especie de centro cultural y espiritual de los indígenas. Me dijo que aunque vive allí, él no es huitoto, sino de otra etnia. Me comentó que no temiera, que él tomaría también Ayahuasca, y que después, nos quedaríamos allí a dormir en unas hamacas con mosquitera y regresaríamos al día siguiente. Acordamos un precio, que era bastante razonable. Me pareció, que aparte de probar la Ayahuasca, el solo hecho de ir al moloco donde ellos hacen sus ceremonias, andando por la selva y quedarnos una noche allí a dormir, ya era mejor plan que el que proponen las agencias de turismo. Así que el martes será el gran día.
Después de descansar un rato en el hotel y de echar cuentas de cuántos pesos colombianos necesitaré, salí a cambiar moneda, aunque cuesta que te cambien euros, porque dicen que nadie por aquí les pide euros y que los tienen que cambiar en el centro del país. Después me adentré en el mercado,
donde comí un pescado, pirarucú, que luego, me enteré de que es como llaman en Colombia al paiche, por 10.000 pesos (2,5€). Paré a tomarme un café colombiano en un bar del mercado y regresé a descansar las horas de sol fuerte y tormenta vespertina.
El domingo, después de seguir por internet en el hotel, el partido de la final de Roland Garros, donde ganó Alcaraz, salí a dar una vuelta y me encontré con el mismo motocarro que me llevó a buscar al chamán. Le pregunté a Alberto, por una fiesta que hacen en Tabatinga los domingos, donde bailan garotas y que es muy popular, aunque me habían dicho que conviene irse pronto, porque se pone algo peligroso llegadas ciertas horas, y a veces salen a relucir navajas e incluso pistolas, y se produce la balacera, como dicen por aquí. Me llevó a dar una vuelta por Tabatinga y fuimos al lugar, donde aún no había nadie, y quedamos en que me recogería a las cuatro en el hotel para ir a conocerlo, y ya de paso, que el martes me llevaría a mi encuentro con el chamán y con la Ayahuasca. Nos fuimos para allá Alberto y yo y estuvimos tomando cervezas y caipiriña, hasta que se hizo de noche y regresamos a la parte colombiana.
La sensación que tuve en todo momento, fue de tranquilidad y no vi nada que pudiera indicar peleas o algo similar. Había muchos turistas venidos de Bogotá. El local, que era una especie de nave techada, pero abierta por la mayor parte de los costados, era enorme y se me hace difícil estimar la capacidad, pero nunca menos de quinientas personas. Me explicó Alberto, que las peleas suelen ser por temas de drogas.
Una cosa que me sorprendió mucho, fue ver un cartel en portugués en el recinto, donde ponía que se prohibía la entrada y venta de alcohol a los menores de 18 años y a los indígenas. Al ver la cara que puse cuando lo vi, se apresuró Alberto a explicarme, que el gobierno brasileño de Lula, les está dando una paga a los indígenas y no quieren que se lo gasten alcohol. Vamos, como "toma, pero no te lo gastes en vino". La verdad, es que no deja de sorprenderme la medida. Decía que si va la policía y ve que hay allí algún indígena, les cierran el local.
El lunes me lo tomé con tranquilidad, paseando y recorriendo Leticia, pues quería tener el cuerpo relajado para la sesión de Ayahuasca. No puedo negar que me invade un cierto temor, aunque mi amiga Fátima, que es química forense, me asegura que no es tóxico, y el chamán me dice que esté tranquilo. Es cierto que todos dicen que no produce ningún tipo de resaca, que se pasa el efecto y vuelves al mundo real. Por lo que me cuentan, yo lo entendiendo como una especie de auto psicoanálisis, que se debe vivir como se vive un sueño, pero ya lo viviré el martes por la noche, en mitad de la selva. Y os lo contaré, por supuesto.
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